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Hasta el 25 de junio en el MACA.
ÁNGELES MARCO
(Valencia, 1947-2008)
Ángeles Marco es una de las principales figuras responsables de la renovación del panorama de la escultura española desde los años 80; perteneció a esa generación que transformó la plástica escultórica y que se denominó Nueva Escultura Española junto a artistas como Juan Muñoz, Jaume Plensa, Susana Solano, Eva Lootz, Miquel Navarro, Cristina Iglesias, Txomin Badiola, Pello Irazu, Sergi Aguilar, etc…
Doctora en Bellas Artes desde 1987 por la Universidad Politécnica de Valencia, ejerció la docencia con pasión desde 1989 en la Facultad de Bellas Artes de Valencia. El minimalismo, el constructivismo y el arte conceptual son algunas de las influencias que se rastrean en sus instalaciones y esculturas, agrupadas en series que abordan distintas metáforas y sobre las cuales la artista vuelve una y otra vez. Emplea preferentemente el hierro y ocasionalmente, otros materiales como el caucho, la cera o el cristal. Los sentimientos de soledad y angustia dan aliento a sus piezas e instalaciones, provistas de un particular sentido narrativo. En 1988 obtuvo el Premio Alfonso Roig de la Diputación Provincial de Valencia y en 2006 la Medalla de la Facultad de Bellas Artes de San Carlos.
“Construimos la realidad a través de ficciones y, así, construimos también nuestra propia vulnerabilidad (…) El contenido es el vacío y la oscuridad”.
Las series fueron el auténtico eje vertebrador de la poética y del programa escultórico de Ángeles Marco, así como de sus concretos procesos de articulación y génesis de cada una de las piezas, en su versátil relación con el conjunto. Series nunca acabadas ni conclusas.
La serie Salto al vacío y El tránsito es una de las más representativas de la artista valenciana y define su carácter experimental. La artista adopta tratamientos y recursos de distintas técnicas, directamente trasvasadas del mundo de la ingeniería industrial al quehacer escultórico. Dominaba técnicamente el oficio para dedicarse a la investigación artística.
Salto al vacío es la postura que Ángeles Marco adopta frente a la realidad. Su angustia es literalmente una sensación de infinita libertad en el espacio. Sus “saltos al vacío” son consecuencia de ese vértigo de la libertad. La angustia es la presencia continuada de la nada: el sudor frío de estar de pie al borde de una ventana, el gozoso terror de la caída.
El tránsito es el segundo tema recurrente de la artista. El paso de un lugar a otro, de un estadio a otro. Son imágenes de pasillos, puentes, escaleras, pasajes, callejones…Pero también el tránsito de un estado químico a otro o, incluso, el camuflaje que pretende hacer invisible una presencia. La transición como escalofrío, un movimiento de oscuridad a oscuridad.
La instalación, de medidas variables, está compuesta por 14 trípodes de hierro, en seis de los cuales cuelgan suspendidos cinturones de seguridad recubiertos de polvo de grafito; en tres, cuelgan unos conos de caucho sujetados por barras metálicas y cuatro se disponen vacíos.
Se trata de una de las obras más herméticas y de más rigor constructivo de la artista valenciana en la que subyace un trasfondo narrativo. Busco, explica, "provocar sensaciones de inestabilidad, que cada objeto realizado no muera con su representación. No existe nada estático, ni siquiera nosotros mismos. Me interesa que eso tenga proyección en la escultura; por eso las sensaciones que deseo provocar no son tan escultóricas como humanas".
Trípodes, cinturones de seguridad y pozos sin fondo semeja un bosque, un paisaje inundado de niebla espesa y oscura en el que es imposible transitar. Una realidad invisible e insondable. Y en el bosque, una serie de pozos sin fondo donde reside el alma en una honda sima de agua oscura y negra. Un ejemplo de paisaje conceptual, sin intención alguna de crear belleza, en la estela del minimal, una escultura alejada de lo académico: de un trípode metálico, frío, cuelga un cono negro de caucho inclinado. Lo negro opaco y los brillos metálicos fríos y brillantes contrastan esa rigidez geométrica con una geometría menos estricta, la del cucurucho de apariencia más manual. Hay que asomarse para ver el fondo. Y no asustarse.
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