Los pobladores del pequeño archipiélago tabarquino se vieron abocados a vivir de los recursos que el mar les proporcionaba, y más, ante el poco margen de acción que ofrecía el limitado medio terrestre.
Así, aprovechando el conocimiento sobre las rutas migratorias de los atunes, que pasaban junto a la isla en sus desplazamientos, entre La Galera y Cabo Falcón, al este de la isla, se estableció la almadraba de Nueva Tabarca.
Se trata de un antiquísimo arte de pesca tipo trampa, de calamento fijo, por el que los peces acceden a una trampa por medio de un recinto laberíntico de redes, hasta llegar al “copo”, donde se produce la “levantá”, por la que son izados a bordo de las embarcaciones pesqueras. Con este arte, se capturaban, aparte de atunes, bacoretas, bonitos, melvas, peces espada, etc.
La pesca del atún, debido al cambio en sus rutas migratorias, así como la sobreexplotación de los recursos, fue disminuyendo paulatinamente, afectando de lleno a la subsistencia de las almadrabas. La última en desaparecer de las costas alicantinas fue la tabarquina, que ceso su actividad en 1960.