“SIGUE, SIGUE, SPUTNICK”
20.000 kilómetros sobre una Harley hasta más allá del círculo polar ártico del norte de Siberia
Sala Luceros de la Lonja del Pescado. Hasta el 30 de noviembre
MANUEL LORENZO RAMÓN. Dolores (Alicante). 1974. Fotógrafo y aventurero
En el 2016 regresando de Cabo Norte, en Noruega, con mi Harley a la que llamo cariñosamente “La Cerda”, al desembarcar del ferri que lleva de Helsinki a Tallin me dije: “Oye, que cerca está Rusia”. Más tarde empecé a ver vídeos de esos raros de cosas bizarras que pasan en Rusia y de lo que veía se me quedaron grabados los paisajes sorprendentes de ciudades postsoviéticas y regiones extremas. Y me pregunté: “¿Que habrá allí arriba?. ¿Se podrá llegar en moto? ¿Y en Harley? ¿Hay información de aquello y de si ha llegado algún occidental en moto? ¿Hasta dónde se podrá llegar hacia el norte?.
Y así es como surgió esta aventura. No fue nada melancólico ni la búsqueda de notoriedad ni postureos ni “conocerme a mí mismo” ni ninguna chorrada por el estilo. Sólo la inquietud. La necesidad de saber de primera mano qué hay donde nadie dice qué es lo que hay.
Así pues, conseguí sacar el visado en una oficina de Torrevieja, y con la poca información de la que disponía y existía sobre la zona, arranqué “La Cerda” y salí cargado como un burro para la frontera rusa donde empezaría a catar la esencia del viaje ruso tras 8 horas para pasarla.
Lo que sucedió a partir de ahí fue una concatenación de experiencias y aventuras que sólo pueden darse en el norte de Siberia, sobre una Harley y yendo con la apertura de mente de un viajero para que la gente te acepte, se alineen los astros a tu favor y hasta los momentos más difíciles se transformen en algo positivo que enriquezca el viaje.
Llegar hasta el final de la única “carretera” (entrecomillo lo de carretera porque desde Surgut hasta el final son 8.000 kilómetros de planchas de hormigón de 3 x 5 metros encajadas sobre una base de arena que te dejan sin ruedas y sin culo) del continente asiático que sube hasta el círculo polar ártico, pasear a una esquimal que nunca había visto una moto salvo en películas, ser acogido por los pocos moteros siberianos como uno más en sus casas, ver las caras de la gente que nunca había visto a un occidental en moto por allí, encontrarte con la gente más solidaria del planeta, hacer la vuelta desde el norte acompañado de gente durante tramos y con otros que te paraban para hacerse fotos contigo porque nunca habían conocido nadie como tú al correrse la voz de que había un loco español por allí (algo parecido a Forrest Gump cuando la gente lo acompañaba corriendo), romper el embrague en medio de la nada en la tundra siberiana y que de repente aparezca alguien, fabrique uno para ti (en Siberia no hay recambios de Harley) no te cobre y te de casa y comida y te diga que al perder un día de viaje coincides con uno de los pocos festivales moteros que hay en el norte de Siberia, que acudas a él, que te hagan perder e conocimiento a vodka, que te tiren a un río congelado para que espabiles y que te suban a un escenario para clausurarlo son cosas que solo pasan en Siberia tras 20.000 kilómetros del tirón en una Harley Davidson de carburación del año 2.000.
Luego viene lo de la exposición.
Cuando el Concejal de Cultura, Antonio Manresa, me ofreció la exposición y cuando departí de ello con la directora de La Lonja, Cati Rodríguez, me espetaron: “¿hombre, tendrás unas fotos espectaculares de Siberia, no?” A lo cual yo respondí: “yo a lo único que aspiraba en Siberia era a sobrevivir, a encontrar gasolina y llegar los más al norte posible. Estaba yo para hacer fotos. Además, aquello es un rollazo. Miles de kilómetros de rectas interminables y planicies eternas de tundra siberiana. Eso si, como experiencia fue brutal”.
Pero claro, no iba a dejar escapar la oportunidad porque lo que sí hice fueron vídeos. Pero el problema de los vídeos es que no puedes hacer grandes ampliaciones del frame de una pequeña cámara de viaje.
Pero fue esa vicisitud la que me llevó a plantearme: se trata de contar un viaje. Bien. ¿Las fotos de los viajes siempre se imprimieron en tamaños pequeños, no? ¿Y dónde se han puesto siempre las fotos de viajes? Pues en frigoríficos, marcos de espejos, paneles de corcho. Pues monto un motoclub siberiano, salvo lo del tamaño de los frames con fotos tamaño viaje y las coloco donde siempre estuvieron antes de la llegada del móvil.
Así pues, el espacio expositivo es lo más parecido a lo que sería el “Nur club” de motos de Urengoi y las fotos muestran una trayectoria de las experiencias más relevantes de lo que fue el viaje. Añado además tres vídeos en bucle del final de la carretera con la tundra y el sol de media noche en el círculo polar ártico, una muestra de cómo son allí las carreteras y el paisaje y otro con momentos con los verdaderos protagonistas del viaje: la moto y la gente.
También queda expuesta “La Cerda” tal y como la llevé al viaje, mostrando además las banderas española y rusa junto a las tres que me llevé como homenaje: la de la Comandancia de la Guardia Civil de Alicante que me hicieron expresamente para el viaje, la del aniversario del EZAPAC del Ejército del Aire y la del MOE del Ejército de Tierra que, por cierto, la original fue la única que se quedó allí en Siberia. Por si a algún otro loco se le ocurre ir que vea que ya estuvo allí un loco con su moto tras 20.000 kilómetros desde España en Harley Davidson.